Me despierto, la luz del mediodía me pega en los ojos, tomo una ducha larga y me visto con calma eligiendo la ropa que imagino te gustaría, difumino la sombra negra al borde de mis pestañas disfrazadas de largas con la capa de máscara de rigor, aros, aros no pueden faltarme y salgo a la calle.
El frío intenta atravesarme, pero el sol generoso me acompaña en el camino, paso a la panadería, ya no es hora de desayunar, que importa, compro masitas finas, toco el timbre "hola, adelante", espero el ascensor, evito mirarme en los espejos: me asusta ver cómo se nota mi ansiedad de verte. Se abre la puerta del ascensor, camino, giro sobre mis talones, me paro de puntillas para liberar un poco de tensión, mis zapatos, el bolso, el pelo, sí, todo en orden.
Abres la puerta con tu pelo oscuro revuelto,como recién despertando, te entrego las masitas finas, tienen mousse de chocolate digo, me ofreces algo de tomar, me pongo de pie y voy a la cocina por que me revientan esas convencionalidades, pongo la pava y te pido que esperes. Las tazas servidas, la conversación fluida.
Vas a bañarte, me quedo en tu cuarto y miro a mi alrededor, cuántas cosas que siempre quise ver, pienso, vuelvo a pararme en puntas de pie, no sólo para liberar tensión, quiero, no sé, no profanar este espacio tuyo con mis pasos.
Saco los anteojos del bolso, no puedo ver los títulos de tus libros a esta distancia, me gustan, no he leído ni la mitad, me sonrojo, qué hago aquí, me pregunto, no le llego ni a los talones. Se acerca tu gata, no tengo miedo de caerle mal, me acerco y jugamos con el cascabel de mi celular hasta que llegas. Tus mejillas sonrojadas por el calor de la ducha.
La hora de almuerzo está pasadísima pero who cares, escuchamos una música que no aceptaríamos ni a palos en público que de verdad nos gusta, reímos, vemos estupideces en la tele y así seguimos haciendo nada hasta rendirnos de risa y estupidez, hablamos frivolidades, no tratamos de cambiar al mundo. Eso lo dejamos para otros momentos, para cuando somos personas serias y no este par loco que se sienta en el piso y toma bailey's mientras fuma alguna marca de cigarrillo importado.
Cenamos algo pedido por teléfono, ya sabías qué quería, te había contado hace mucho tiempo que eso me gustaba y te acordaste, el corazón me salta, como que me punza, cada vez que retienes algunos de esos datos sin-con mucha importancia.
Me siento en tu cama, elijes un libro, vienes y te recuestas con tu cabeza sobre mis piernas con una naturalidad para mí incomprensible, como si no fuera esta la primera vez que estoy en tu casa, yo leo, trato de impresionarte con mis habilidades de cuenta cuentos, comentas cosas que yo escucho palabra a palabra y me repito en la mente para poder recordarlas.
Ya es tarde, pasé todo el día aquí, cómo no me da vergüenza, ¿otro capítulo?, mañana seguimos, dices. Tomas tu guitarra y tocas. No: insinúas que tocas algo, como todos los que tocan guitarra para entusiasmarnos a los simples mortales, cantas un poco. Con eso me alcanza, sí, con un poco.
Mañana trabajo, tengo que irme, me sorprendes con un abrazo y bajas conmigo hasta la calle, chau, chau, me doy vuelta y te miro sobre mi hombro, ya entraste. Me afirmo contra la pared y me revuelvo el pelo con una mano, no tengo que llorar, me digo. Repaso el día para seguir caminando:
-Dijo "mañana seguimos"
Entonces esa lágrima puta, no me obedece y cae.